Orandum est ut sit mens sana in corpore sano (Sátira X, 356). Fuente

Desde el inicio de los siglos, allá por el siglo II y quizás desde antes, el ser humano ha buscado estar en armonía consigo mismo y con el entorno que le rodea.

Esta necesidad parte del hecho de que somos seres muy complejos, a diferencia de los animales tenemos una mente que es capaz de crear y destruir al mismo tiempo, somos creadores en constante movimiento. A veces no estamos muy separados de los animales es cierto, sabemos que lo que más nos hace perder el equilibrio al igual que ellos es estar sometidos a un estrés constante.

El correr constante sin parar, a pesar de que podemos llegar a creer que no nos afecta, influye en nuestros sentimientos de bienestar.

A diferencia de los animales que son guiados por sus instintos, que si tienen sueño se duermen, si tienen hambre buscan saciarla, o si se ven amenazados huyen o atacan, nosotros somos capaces de sobreponernos a todo esto, somos capaces de direccionar nuestras acciones aun contra nuestra propia naturaleza, y si bien es cierto que esto nos eleva por encima haciéndonos capaces de buscar la virtud en todas nuestras acciones, también, si es llevado al extremo, puede sumergirnos en la ansiedad y la pérdida del control de nuestras emociones.

No podemos sostener un peso por tiempo indefinido porque si no estamos fortalecidos, podemos quebrarnos. Para poder fortalecernos necesitamos entrenarnos, con disciplina, cultivando buenos hábitos, alimentando no solo nuestro cuerpo sino también nuestra alma.

Puede ser que hagamos muchas cosas para intentar alcanzar ese equilibrio, esa armonía y paz interior, como cuidar nuestro cuerpo: alimentándonos de forma sana, haciendo ejercicios, alejándonos de conflictos e intentando resolver los que nos aquejan, pero si olvidamos cultivar nuestro espíritu, todo eso puede ser en vano.

Quizás lo único que nos diferencia de los animales es esa necesidad de conectar con lo más grande que hay en nosotros mismos, podemos llamarlo el universo, el creador, Dios…

Nuestra necesidad por la infinitud, por sentir que nuestro mundo no termina aquí sino que se expande, la búsqueda del alimento para nuestra alma, es lo que puede hacer que lo mundano pierda esa gran importancia, con lo mundano me refiero a las cosas materiales, a lo efímero, lo que no perdura, y busquemos conectar con lo perecedero, y ser multiplicadores de la paz, la esperanza, el amor…

Y pues sí, mucho se ha dicho que los que pensamos así somos soñadores…

Yo encuentro, no solo mi equilibrio, sino mi contentamiento y felicidad en cultivar mi relación con lo más alto para mí: Dios, la espiritualidad, que no es religión, aclaro, es darle alimento a mi espíritu: al estar en silencio, caminar con los pies descalzos y sentir la tierra, sentir la brisa en el rostro al caminar entre los arboles, disfrutar del espectáculo diario de la salida y puesta del sol, que es un milagro que pasa desapercibido por su cotidianidad… Maravillarme por lo que esta allí delante de mí, alimentar mi alma, me hace feliz… Y no importa si llego tarde a un lugar, si dejo de cumplir alguna tarea, si alguien grita o si el estrés quiere abrumarme… Ya he aprendido como entrar en el lugar secreto y elevar una oración y conectar con lo más alto.

La frase que esta al inicio es de donde se ha tomado la frase: “Mente sana en cuerpo sano”, pero, al tomarla de esta manera se ha perdido todo el significado tan hermoso de este poema que inicia diciendo: “Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano…”

La humanidad se ha olvidado de orar… nuestros ancestros lo sabían de forma intuitiva, nosotros también lo sabemos, solo basta con cerrar los ojos y dejar que hable el corazón, y escucharlo, y dejarlo que se pueda derramar…

Aquí les dejo el original (es una traducción al español de la Sátira X, 356, de Juvenal) de donde se tomo la frase arriba citada, para que puedan apreciar su belleza y profundidad…

Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano.
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte,
Que considere el espacio de vida restante entre los regalos de la naturaleza.,
Que pueda soportar cualquier clase de esfuerzos,
Que no sepa de ira, y esté libre de deseos
Y crea que las adversidades y los terribles trabajos de Hércules son mejores que las satisfacciones, la fastuosa cena y la placentera cama de plumas de Sardanápalo
Te muestro lo que tú mismo puedes darte, con certeza que la virtud es la única senda para una vida tranquila. Fuente

Esta es una participación simbólica en el concurso de la Comunidad, te invito a unirte si aun no lo has hecho, aquí esta el concurso: Concurso: Consejos para lograr el equilibrio personal.

Muchas gracias por leer y comentar.

_{Las foto es de mi autoría, editada en Canva.}

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