Se puede decir que tuve mucha suerte durante mi infancia. Fui la hija consentida de mi madre. Siempre me demostró tener más amor hacia mí, que hacia mis dos hermanas menores. Solo habían algunos meses de diferencia entre la una y la otra. Allí estaba yo, con mi muñeca en brazos. Mientras, mis dos hermanas solo me miraban jugar a diario con ella. Mis hermanas tenían prohibido quitarme la muñeca, a menos que yo decidiera prestárselas.

Concurso solperez

Mi padre y mi madre eran personas de campo, ambos trabajadores. Se levantaban muy temprano a cumplir con las tareas de la granja. A mis hermanas también le colocaban tareas para que durante el día no solo jugaran sino que hicieran algo por la familia.

A July, le daban el trabajo de ordeñar a una chiva. A Carol, le de daban el trabajo de lavar todo lo sucio del desayuno. Mientras, mi mamá iba en busca de los productos del campo para cocinar en nuestras comidas. A mi me encargaban jugar con mi muñeca, así distraer a mis hermanas que me veían jugar.

Papá estaba todo el día en nuestra granja, arando, sembrando, cosechando. Además debía cuidar de nuestros pocos animales… un cerdo, una cabra y algunas gallinas. De esos productos nos manteníamos todos en casa.

Un día mi hermana menor July, empezó a tener unas fiebres extrañas. Mis padres no tenían dinero para llevarla de inmediato al médico. Así que la trataron en casa con medicina casera. Nada valió, cada vez empeoraba más y tuvieron que llevarla al médico justo con el último suspiro.

Mamá y papá siguieron con su vida normal. A mi me hacía mucha falta mi hermanita, pero no entendí porqué tuvo que enfermarse.

Mi madre era quien nos alimentaba. Primero se alimentaba ella y yo, luego lo hacía con mis otras dos hermanas. Hasta que murió July. Ahora me alimentaba a mí junto a ella y al final a Carol. No tenía sentido ya que estábamos siempre juntas pero así lo decidía mi madre y así se cumplía.

Otro día, pasados algunos meses, mi hermanita Carol también empezó con vómitos y algunas diarreas que no paraban en el día. Luego pasaba días sin diarrea ni vómitos. Hasta que volvía a comenzar con lo mismo. Mi padre quería llevar a Carol al médico del pueblo. De inmediato, Carol se mejoraba. A los días volvía el proceso pero esta vez fue muy fuerte. Cuando llegó la mañana y quisieron llevar a Carol al pueblo, ella yacía sin vida en la cama.

Todos en el pueblo veían a mis padres cómo lloraban desesperados por la pérdida de su segunda hija. Hubo gritos, pataletas, súplicas al cielo. Después del entierro y en casa, todo era silencio. Mi madre se ocupaba de sus actividades diarias, mi padre otra vez para el campo, y yo perdí mi muñeca y la atención de mi madre.

Solo quedaba yo, para ordeñar la chiva. Para limpiar la casa y la losa después de las comidas. Además de otras tareas del hogar. Mi madre, ya no me alimentaba, ahora lo hacía yo sola. Mientras, yo pasaba todo el día en casa, recordando a mis hermanas y la diferencia que significaba no tenerlas.

Mientras tanto mi madre, cada vez estaba más contenta. Se le escuchaba cantar cuando ordeñaba. Cuando mi madre servía la mesa, nos daba más porciones de alimento y le sonreía a mi padre, como si tuvieran un secreto entre ambos, alguna complicidad.

Un día me dijo que limpiara la cocina y botara todos los envases que ya no se usaban en las comidas. Miré los dos frascos goteros que mi madre siempre usaba en las comidas que ella les preparaba a Carol y a July. Nunca los probé. Nunca los usó para nuestras comidas, la de ella y mía.

Así que antes de botarlos decidí probarlos. No sabían mal. Tomé un pan con mermelada y le coloqué casi la mitad de ambos frascos, de todas maneras botaría el resto con la limpieza. No pasó mucho rato cuando mi corazón se empezó a estrujar. Sentí que los latidos se volvían más rápidos hasta el punto que los oía. Y después ya no tuve más sensación de dolor en el pecho. Ni ninguna otra cosa.

Mi madre llegó más tarde que nunca para hacer la cena. Me llamó, pero ella no me oyó cuando le contesté, desde mi cuarto. Segundos después, escuché sus gritos, eran más aterradores que los que emitió con el entierro de mi hermana Carol.

Salí del cuarto para ver como tomaba mi cuerpo inerte del suelo y le gritaba a mi padre…

¡ella se tomó el veneno, Se tomo el veneno! que mande a botar.

Es cuando me doy cuenta que soy yo, estoy muerta en los brazos de mi madre. De la misma manera que habían muerto mis dos hermanitas. Mi madre amada, las había envenenado a ellas con las comidas preparadas con los goteros, y yo me envenené a mi misma, en forma accidental.

Escucho sus gritos de dolor por mí, cosa que nunca oí por mis hermanas. Pobre madre mía, ella me amaba pero no previno mi muerte accidental. Ahora tendría que explicar todo, a pesar de su gran dolor, por la muerte en extrañas circunstancias de sus tres hijas.

Mi participación en el concurso de @solperez con el título de "Concurso de Arte y Escritura #148"
Pueden participar con el siguiente enlace

Invito a @haidee, @elider11 y @almaguer