Vivíamos en el campo. Mi familia estaba completa al inicio, papá, dos hijos y mamá, que soy yo. Estaba agradecida de la vida por esta granja. Allí mi esposo y yo decidimos instalarnos cuando nos casamos. Ja, de eso hace ya muchos años. Les voy a contar mi historia:

Imagen del concurso @solperez

Allí nos acostumbramos a vivir, ver crecer todo; Nuestros hijos, nuestras plantas, nuestros propios animales de granja. Nos fuimos fortaleciendo en cuanto todo era abundancia a nuestro alrededor. La vaca tuvo su primer ternero y después de él vinieron otros. Las gallinas tuvieron tantos huevos que hubo que empezar a regalar entre los amigos y luego iniciamos la comercialización.

También el cerdo se puso productivo. Era demasiado para nosotros cuatro, así que contratamos a dos trabajadores para que nos ayudaran.

Las cosechas se producían siempre con mucho beneplácito para nosotros. Las semillas que recolectamos eran buenas para volver a sembrar; Nuestras tierras habían sido agraciadas por Dios, para que todo se produjera con la mayor comodidad. También debimos contratar a 3 obreros más, para que nos ayudaran con las cosechas.

Los hijos crecieron, los años pasaron. Cada quien adquirió sus costumbres propias y una de ellas era la peor costumbre que un hombre debe tomar cuando es un trabajador. Mi hijo mayor se empeñó en tomar alcohol. Todos los días después de la faena tomaba su caballo y se iba a la taberna del pueblo.

Al principio no lo vimos mal pero luego nos dimos cuenta que cada vez era peor. Cada vez se apresuraba más en terminar temprano y salir a galope para el pueblo. Se había enamorado de una chica de la taberna. Que fue la segunda peor decisión en su vida.

Mientras tanto nuestra hija, nuestra pobre hija que nos ayudaba en los quehaceres del campo, se casó con el hombre más inteligente del pueblo. Digo inteligente, porque nos engaño a todos en la familia.
Mi hija soportaba en silencio sus malos tratos. Llegó hasta quedar embarazada, pero los malos tratos de su esposo permitieron que su hijo no viera con vida la luz del día.

Un mal día comenzó el declive y todo el desastre se inició con nuestra hija. Al perder su bebe entró en una conducta desequilibrada. Para mejor decir, se volvió loca. Su esposo la envió de vuelta a casa. Mi hija tenía su mirada perdida, ya no era la de antes. Los malos tratos junto a la pérdida de su hijo la llevó a perder su cordura.

Ocurrían muchos desastres en casa y todos propiciados por mi pobre hija. Debía ir tras de ella para hacerme cargo de las malas acciones que tomaba.

Después pasó el título a mi hijo mayor, de su enamoramiento no vino nada bueno. Dejó en la taberna y junto a esa mujer todo el dinero que ganaba en la granja. Incluso se metió en tantos problemas que tuvimos que empezar a deshacernos de muchos animales y equipos de granja para pagar sus deudas. Aún así él continuaba derrochando y nada lo sacaba de su error.

Llegaba borracho, dejaba el caballo a su suerte, tomaba su lámpara y se dirigía al establo para continuar con su bebida. En su última oportunidad no tuvo tanta suerte y se incendió el establo. No nos dimos cuenta a tiempo. Nuestra casa empezó a arder, mi esposo sintió el crujido de las maderas al caer y desplomarse por el fuego.

Como pudo me ayudó a salir, tratamos de buscar a nuestra hija pero no estaba en su cuarto. No pudimos hacer nada, el fuego no permitió que mi esposo pudiera encontrar a nuestra hija. En pocos minutos la casa, el establo, todo a nuestro alrededor era solo escombros y humo.

Mi hijo ni siquiera se dio cuenta que había iniciado el fuego. Quedo dormido, borracho y allí lo encontró el fuego. Solo e indefenso ante las llamas.

Mi esposo y yo quedamos juntos, con una sensación de desolación. Toda la granja que nos había dado abundancia por tantos años de nuestra vida, ahora era solo desorden, escombros, oscuridad; Rastros de donde hubo vida, ahora todo había sido tomado por el fuego, convertida en alimento para el suelo.
Debimos vender lo que nos quedó, el terreno sin cosecha, sin casa, ni animales para el sustento.

Hoy día le damos gracias a Dios porque recogemos los trapos viejos, de los que nos obsequian las buenas personas que encontramos. Porque de nuestros amigos, aquellos con quienes compartimos cosecha y tiempos de bonanza, ya no están. Todos se han ido, no su persona física, sino su persona espiritual. Nada quedó de ellos hasta el punto, que nos olvidaron.

Recogemos cuanta ropa vieja podemos. Ahora somos ropavejeros. La compartimos con los más necesitados, así logramos llevar la vida, ahora que estamos ancianos y aún podemos mantenernos vivos. Hasta que se haga la voluntad de Dios en nosotros.

Esta es mi participación en el concurso patrocinado por @solperez, en "Concurso de Arte y Escritura #147 y Ganadores de la Edición #146"

Invito a @zory23 y @lupega a participar en él, siguiendo este enlace
Del concurso