El Baile de la Doncella
Era notorio el gran alboroto por los pasillos del palacio, mucamas corriendo de un lado a otro para organizar y dejar el ambiente lo más perfecto posible. Los cocineros estaban hasta el límite preparando grandes cantidades de comida y en las calles los salones y boutiques estaban llenos de mujeres que buscaban verse lo más hermosas posible para que el rey se enamorase de ellas. Esa noche se celebraba el Baile de la Doncella, una ceremonia donde el rey escogía a la más encantadora damisela que tendrá el honor de ser su amante durante todo ese año. Además de eso, su familia gozaría de los más grandes lujos al formar parte de la corte real. Todas las mujeres querían ser la doncella escogida de ese año. Todas, menos Anabella.
Anabella era la hija más vieja del sastre del pueblo y ya llevaba dos años participando del Baile de la Doncella, tenía dos hermanas menores a las cuales cuidaba desde que su madre falleció. Sin embargo, el evento no le inspiraba tanta confianza como a todas las demás mujeres. Su padre siempre insistía en hacerla participar, aquello traería alegría y dicha a una familia tan pobre como la de ellos, y la reprendía por creerse los rumores tan fantasiosos que las personas inventaban por las calles. Se decía que el rey era un demonio y que las doncellas eran sacrificadas, otros decían que eran mandadas a vivir una vida llena de lujos en otros reinos. Lo que sí era verídico es que no se volvían a ver después de que eran escogidas por el rey. Los rumores eran negados por las familias, que permanecían en el reino con trabajos importantes, pero nada de sus hijas.
Pero el instinto de Anabella rara vez se equivocaba y lo que más le angustiaba era que ese año la edad de participación se redujo a trece años, justo la edad de su hermana, Marianne. Ella era una niña increíblemente hermosa, de ojos azules y cabellos rizados como el oro. Sin dudas, tenía la misma belleza que su fallecida madre y Anabella temía que algo le pasase. Tenía el presentimiento que encantaría al rey y ella no estaba preparada para perder a su hermanita para siempre. Y Marianne tenía el mismo pánico, ella creía mucho más en las leyendas que rodeaban el evento, tenía pesadillas todas las noches y despertaba llorando.
—Tienes que huir —dijo Anabella, tomando una bolsa con provisiones que le servirían por unos días—. Tienes que ir al norte, más allá de las montañas. Tenemos familia allí, la familia de nuestra madre. Ellos te recibirán, les he mandado una carta.
—Pero, ¿y tú? ¡No te puedes quedar! —sollozó Marianne angustiada.
—No te preocupes por mí, ya he participado antes y no he sido escogida. No tengo la gracia que ellos buscan. Te tienes que ir y llévate a Claire, ella es pequeña todavía, pero al crecer será tan bella como tú. Tendrá los mismos cabellos rubios. Yo me parezco más a nuestro padre, mi cabello es oscuro, no tengo la belleza que quieren. Además, esta será tu primera participación, la falta de tu presencia no será notoria si todavía no te conocen.
Marianne, enjuagando sus últimas lágrimas, se despidió con un fuerte abrazo, acomodó a Claire en su espalda y emprendió su viaje, siguiendo las instrucciones de su hermana con la promesa de que, después del baile, se volverían a encontrar. Su padre no sabía de nada, él tenía el deseo de que sus hijas fueran las elegidas para finalmente vivir una vida de gloria y, al cuestionar el paradero de Marianne, Anabella inventó una excusa diciendo que estaría preparándose en casa de su amiga y que se encontrarían esa noche.
El baile comenzó como de costumbre, cada una de las doncellas presentes estaban más extravagantes que la otra, luchando por la atención de las miradas. Anabella se encontraba en una esquina, tratando de no llamar tanto la atención, no dejaba de pensar en sus hermanas, si habrían encontrado algún refugio para pasar la noche y seguir el camino. Marianne era inteligente y muy madura para su edad y tenía fé que llegaría a su destino sana y salva.

—¿Esta joven encantadora no danza? —fue sacada de sus pensamientos por un joven apuesto, de cabellos oscuros y rostro marcado. Su belleza parecía angelical, aun así emanaba dureza y no fragilidad—. ¿Me concede está pieza? —por algún motivo había quedado encantada y le concedió el baile—. ¿Qué tanto le preocupa? Su mirada no parece estar tan presente como su cuerpo.
—Oh, por favor disculpeme —sacudió la cabeza en negación—. Me temo que no dejo de pensar que mi padre estaría furioso de saber que estoy bailando con semejante caballero en lugar de bailar con el rey —intentó desviar la atención del verdadero motivo y logró sacar una carcajada del joven, lo cual le hizo aligerarse un poco.
—Y, ¿puedo saber su nombre? Caso de que el rey quiera saber de usted.
Se sonrojó un poco y pensó que si lograba casarse con alguien más automáticamente perdería la oportunidad de ser elegida por el rey en el futuro. Tentador.
—Anabella Cutter—dijo, separándose de él una pequeña reverencia—. Y usted, ¿cómo se llama?
—Damien… —fueron interrumpidos por un pequeño alboroto.
El rey finalmente había pedido que todas las doncellas se alinearan en una fila. A cada una le fue dado un cáliz con vino. Según la tradición, el rey iría pasando de doncella en doncella, pero solo bebería el líquido de la elegida. El corazón de Anabella latía con fuerza, con cierta preocupación, pero una parte de ella decía que se relajara. No había intercambiado ni siquiera miradas con el rey, fácilmente podría decir que ni siquiera sabía que existía. Cuando fue su turno el rey detalló sus rasgos con detenimiento, como ya había hecho en el pasado, estuvo a punto de seguir de largo cuando un hombre se acercó a susurrarle algo en el oído.
—Oh, vaya, eso es inusual —habló rey de vuelta arqueando una ceja, lo suficientemente alto para escuchar la conversación.
—Fue su petición —aclaró el hombre y eso al rey parecía no importarle.
Inmediatamente, el rey tomó el cáliz que sostenía la bandeja de Anabella y lo bebió todo «¡No!», pensó horrorizada.
—Anabella Marie Cutter ha sido escogida como la doncella de está noche, por favor todos den una salva de palmas.
Anabella quedó petrificada y no sabía cómo reaccionar, todos lo interpretaron como una parálisis de felicidad. No se dio cuenta en el momento que la tomaron del brazo para llevársela lejos de la multitud. Al cabo de un rato un grupo de mujeres entró a la habitación para arreglarla. Algunas estaban contentas y no dejaban de felicitarla mientras le peinaba los cabellos, otras, las más viejas, no emitían ningún sonido y su expresión solo reflejaba pena mientras le daban de beber un brebaje. Marianne, Claire, ellas no pueden enterarse. Tal vez no será tan malo como creía. Tal vez, dentro de un año, podrá irse y se reencontrarán al norte, más allá de las montañas, tal como lo había planeado.
El rey entró a la habitación, con obvias señales de ebriedad. Se limitó a tomarla de la mano y darle un beso en la palma.
—Está noche, has sido la elegida. Pero eres la más especial dentro de todas las doncellas que han pasado por estos aposentos. Soy el rey más poderoso de todo el continente, he conquistado tierras y joyas, pero para mantener este estatus, debo escoger a la doncella que más crea que sea de su agrado —Anabella arqueó una ceja, confundida—. Pero hoy has tenido el privilegio de ser escogida no por mí, sino por él, que me ha dado la oportunidad de tener todo este poder a cambio de la mujer más hermosa y más pura ante sus ojos.
A cada palabra Anabella sentía que algo no andaba bien. Un par de alas negras se desplegaron detrás del rey y este se hizo a un lado para mostrar que esas alas no pertenecían a él, sino al joven que la había cautivado horas atrás.
—Lamento que nos veamos de esta manera, pero me ha deleitado con su encanto.
Anabella quería correr, pero sus piernas se debilitaron a causa del brebaje. Damien la tomó de sus brazos y le dedicó una mirada tierna, lamentó que su encuentro haya sido tan breve.
—No te preocupes, no dolerá.
Poco a poco su alma fue absorbida por el demonio que alguna vez pensó que él sería el caballero con el que se casaría. Mientras perdía el conocimiento, Demian le explicó con voz dulce y armoniosa que su padre nunca sabría de aquello y que sus hermanas serían hechizadas para creer que ella estaría feliz en algún lugar. No encontraba fuerzas para hablar ni para reclamar, pero lo único que podía hacer era lamentar no haber huido también.

Esta ha sido mi participación para el Concurso de Arte y Escritura #150 y me gustaría invitar a @danapalooza @genomil @solperez
¡Buena suerte a todos!
@tipu curate
;) Holisss...
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Desde el primer párrafo nos presentaste a este personaje interesante de nombre Anabella, que era bondad y amor puro hacia el prójimo. No en vano, Demian la escogió entre la multitud, pues como se dice por allí: La maldad siempre necesita alimentarse de almas nobles.
Me encantó tu relato de principio a fin. Sin embargo, no sé qué pasó, pero el texto no está completo.
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¡Muchisimas gracias! En ediciones anteriores si era un poco dificil unir las tres obras sin que sonara, tal como dijiste, forzado. Pero al ver estas tres me di cuenta que guardaran similitud y he logrado conectarlas.
Ya corregí el final, no me di cuenta. Faltaron apenas 9 palabras.
0.00 SBD,
0.04 STEEM,
0.04 SP
Ya voy a revisar el desenlace. Gracias por estar.
chriddi, moecki and/or the-gorilla
Hola arpege te felicito por tu historia muy creativa y pudiste unir las tres obras eso me gustó mucho, el personaje de Anabella qué hermoso en contraste con el hombre del mal que pudo apreciar su gran valor, triste el desenlace pero como ella estaba pendiente de sus hermanas no estuvo atenta al peligro que ella corría. Siempre me agrada ver la originalidad de cada creador y como todo fluye en el relato como tan natural, te felicito. Éxito en tu publicación, Bendiciones.
Es una historia muy bien lograda. Es muy triste, pero la maldad siempre abre los escondrijos del corazón. Se arrepintió tarde de haber confiado tanto en su inteligencia pero el diablo es más astuto que una humilde mujer.
Me ha encantado tu historia.