Sombras

Elena camina desnuda por el cuarto. Veo las nalgas duplicarse en el espejo. Me imagino abandonado sobre el blanco de su piel. Decido ponerle por nombre L. Necesito límites entre la inmediatez de su cuerpo. Necesito olvidar un nombre y una cara parecido. Por primera vez le hablo del rostro debajo del sombrero negro. Parece no inquietarse. El sorprendido soy yo. Habla de posibles inversiones. Habla de un sobre recibido. De una forma de callar.

36.25
A L. puedo hablarle. Decirle de sombras. A L. puedo ofrecerle otra historia. Muerte por sobredosis.
La policía dejó de molestarme. A los tres meses todo pertenecía al pasado. Enterré a las dos Elevas en un viejo baúl. Guardé sus fotos para siempre. Me mudé a otro barrio. Me acompañó el viejo tambor. Al principio la vecina me visitó. Después las explicaciones. La distancia la fue reduciendo y alejando.

37.25
Pasados dos años la novela fue un éxito. Hablaron de una nueva generación de escritores. Hablaron del poder. Transnacionales. Satélites. En medio de todo, la novela. La respuesta a tantas preguntas por responder. Supe de asesinatos cometidos en mi nombre. Violaciones y niños desaparecidos. Escuché de bandas negras. De una tercera guerra mundial.
Nosotros lejos de ese mundo. Gente con hambre y asaltantes. Los barrios prohibidos para blancos. Eras parte de ese mundo, o no. Se habló de posiciones ante el terrorismo. No era yo menos culpable con mi novela. Una novela era además mentir. Y yo era un gran mentiroso.

El editor me dijo terminantemente: “Creo que usted tiene muy pocas posibilidades. Lea esta novela para que aprenda a escribir”. Me encerré a llorar como un niño. Sentí que cometían un crimen con mi novela. Mi pequeño hijo deforme. Marché a casa. Entre los senos de la vecina quedé tranquilo. Me esperaban dentro de muy poco la frustración y el hambre, y yo veía rostros oscuros que me miraban, yo sentía olores extraños por todas partes.